BUENO O MALO.



Pensamiento a pensamiento
la naturaleza elaboró una lista
de actores y construyó un decorado.

Mientras te despiertas, tu madre
te prepara el desayuno,
tu padre te lleva con él a cualquier sitio
único, por tocar su mano,
sonríes seguro desafiando al abismo.

En la radio del coche se oye una canción de amor,
ese absurdo amor es un derroche de adjetivos,
el amor es tan natural que ni tiene nombre,
sin ornamentos, tan auténtico que no necesita ser auténtico,
tan íntimo que a nadie se le ocurriría llamarlo íntimo.

Sonríes a tu padre y él te devuelve la sonrisa,
todo está  bien, en un momento el valle brilla y
la luz tenue del sol os despide desde el horizonte,
la ventanilla a medio bajar y el viento disipando
un momento en el tiempo
que tu memoria atrapará para siempre.

Llegas a casa, nadie te ha dicho
que también tendrás que interpretar otras escenas,
escenas con muchos adjetivos
para denominar lo que no necesita adjetivos.
Seguirás siendo un niño
mientras los hombres entierran el verbo
para lucirse en los adjetivos que detestan.

Comenzaron por hablarme de lo “bueno” o “malo”
no les creí, en cierto modo, por alguna razón de raíz
ya comprendía lo que me querían decir, sin oponerlos.
Después me enteré de que incluso, en aquellos valles,
en los que se ponía el sol,
se asesinaron hermanos (supuestamente buenos y malos)
en una guerra adjetivada civil,
cuando civil significa cívico o de los ciudadanos,
que no es militar ni eclesiástico…

Hoy, después de bastante tiempo, como hombre apestado y afectado que soy
gracias a esta sociedad en cuarentena que conformo, 
reconozco a mi alrededor que seguimos distinguiendo, diferenciando, apartando, 
marginando, adjetivando.
Nadie acierta a reconocer lo que llevamos dentro, 
de serie, implantado desde niños, y eso es, creo yo,
porque  hace tiempo que hemos olvidado el guión 
y hemos perdido la cabeza.





BUENAS NOCHES, PEDORRO ONANISTA.



1.    La suerte de este giro
preocupa estériles abanicos
de flores sin belleza.

Las cucarachas nos miran extrañadas
por la algarabía que nos ven extraer
de nuestras madrigueras de placer.

El que nunca ha tenido nunca teme otra vuelta,
el público  siempre cambia de sitio y lanza
con estilo la almohadilla
sin preocuparle a quién le estrella en la cabeza.

Pero antes y después ahora cohabitan, ni se discuten
ni se tapan de hurtadillo, comparten una cama reñida, ceñida,  una cama estrecha.

La libertad censura
y el mudo está en boca de todos.

No se puede  dormir con tanto ruido,
no parecemos hacer el amor,
aunque de  jodernos nunca nos cansemos;
y ya que nos encontramos todos  tan juntitos
y nos tocamos sin rubor los pies desnudos
desbocando la sábana bajera…

Con ese ansia loca, juvenil, tan unidos…

Mejor que nos masturbemos todos con aplomo.
Una vez, con unísono aplomo,
para ponernos de acuerdo en algo íntimo
mirándonos  a los ojos con cariño
reconociendo ser lo mismo;
y  después soltarnos un pedo traicionero,
reír mirando al otro y decirle:
Buenas noches, pedorro onanista,
te entiendo bien, porque eres igual que yo,
aunque la verdad duela.

VIVIR UNA MUERTE DIGNA


Tanta fe agota el fin de morir libre,
porque los hombres respetan las reglas que no respetan a los hombres.

 Cada día intento observar mi muerte como quien observa una hoja caída,
rezo cada célula vencida mientras se aleja mi fuerza impulsada fuertemente hacia la salida.

 Algunos intentan conservarte, algunos quieren mantenerte en vida,
devotos egoístas no quieren entender el amor elevado que no ciñe efímeras hebillas.

 Así que a veces me tomo una cerveza con mi padre, que ya no gasta en camisas.
Dejo interminables discusiones con ese amigo que se quitó la vida, para otro día...
Voy a la residencia a visitar a mi madre, que resiste, aunque ya no resista.

Paseo mi pensamiento que constantemente roza el hálito que comunica los seres sensibles que habito, con quienes me habitan.

 Lo peor de todo no es la muerte, es la vanidad que nos impide vivir cada milagro, compartir cada maravilla.

 Lo peor de todo no es el hombre, es el miedo que le obliga a matar lo bello que le rodea para adueñarse de la memoria que lo origina.

Lo mejor de todo es vivir una muerte digna.