LOS PERROS DEL MANICOMIO


Perdida la rigidez de las cuencas vacías,
ante la luna llena de un julio que sabe a otoño.
Tomé un vino con un poeta de los que lloran de verdad,
recordé al rapsoda que vestía abrigo de apaño
y farola de ozono (y maldecía esta ciudad).

Porque lo callado está listo para envío,
porque las maletas andan de saldo
ligeras de equipaje.
Porque lo dicho quedó enterrado,
pero el extranjero de ningún lugar colocó un espejo
en vez de lápida en su tumba
y ahora todos os miráis de reojo,
locos ociosos, antes de hacer competencia a los perros del manicomio.

Y es que ese vino vale una tarde y un día entero,
a veces hasta sabe un mes y otras se recuerda un lustro,
eso es mucho para quien pretende beber la vida
a tragos viscerales… Como cumplir mañana veinte años…

Alguien tenía que decirlo,
esta luna de verano robada de otoño,
los pasos que determinan vida, con dignidad,
viviremos por ser hijos de quien somos.
Pero lo cierto es que todo está plagado de verbenas
y apenas somos capaces de alcanzarnos un buen sorbo.