MI PIEL DESEA SU SUDOR.


Mi piel desea su sudor,
quiere saber quién es quién
para caerse bien;
volver alrededor
de la primera piel.

Mis toxinas invasoras
no son mías,
me las pegaron a cambio
de un poco de honra pagada
a deshoras, en una barra
de la calle del Sol.

Mis carrillos y mis mollejas
parecen flotar sugiriéndome
mezclar mi carne
con los vapores de la birra
al birrete.

Mi cabeza declara estar muerta,
ha sido asesinada.
Los espejos de mi casa
se abalanzan de la mano
de la realidad, mal disimulada.

Pero yo no soy así.
Soy un atleta en paro
padeciendo una criba,
crisis incrustada en mi escenario.

Será porque dentro de cualquier ángel
siempre se le dejan
galletas y sorbos al diablo.
Será porque dentro de cualquier orden
habita el cataclismo,
el calendario de piel espesa que pica
deseando soltar lastre
y encontrar una salida.
Correr, correrse, correrme;
agotarse y agotarme,
abandonar esta montaña rusa y sucia.

Mi piel desea su sudor.
Una pena,
que al ponerme el chándal
descubra lo cómodo que resulta
para estar tumbado.
Dos penas,
con el mando en la mano
pero sin voluntad de ser
mi propio amo.

LA CEBOLLA


Mis manos huelen a cebolla,
yo celebro su cuerpo crujiente,
íntimo, sensible y complaciente.
Buena madre, mejor hija,
protegiendo lo invisible
con su pudoroso tacto,
curvo, lúbrico y palpable,
adherido a la nación tersa y tensa
que cubre espasmos en su piel querida.
Entregada a su destino,
estallando en mi sonrisa,
retozando por sus tajos,
desnudándola.
Prenda a prenda,
apoderándome de su inocencia perdida.
Gozo sus extremos dorados
bañados por el oro hirviendo,
exaltados, palpitando
el último hálito de vida
entre mis brazos.
Mis manos huelen a cebolla,
asesino confeso sin salida.
Su alma traspasará mi ser,
brincará al vacío de mi recuerdo,
de mi voz y mi piel.
Y no niego el por qué…
Fue su textura mágica,
su color majestuoso,
su geometría,
como todo lo bello,
algo bueno que te haga izar
amor renovado cada día.

VIVA SUPER COCO!! (cumple 40 años)



La alocada línea
rozando el vacío.
Comisuras aladas de teleñeco.
Ojos de flipado,
nariz de bolinga,
brazos de molinillo.
Super Coco lo tiene claro,
hay que vivir sin tanto cuento,
la diferencia entre delante y detrás
o arriba y abajo
-que otros tantos han confundido-
Un visionario,
explicándote lo complejo
desde lo más sencillo.
Somos mocos universales,
propensos a gripes de todo tipo,
espesos polluelos sin alas,
intensos catedráticos
calzando katiuskas,
estereotipos que apenas se mojan,
a no ser que el río se nos lleve
o nos embarguen el piso,
o nos amedrenten con el 2012
o algún que otro cataclismo.
Yo cuando sea mayor
quiero ser como SUPER COCO;
ir de acá para allá
volando con mi mente,
sin que me remate mi suerte,
echando siempre unas risas,
porque esta vida es un juego
que aparte de sacrificio
tiene un final, y el mío,
como el de Super Coco
puede que exista
pero tú no lo viste.