Delimitó la loma al infinito,
estalló, creando un abismo.
Apuntaló 15 estúpidas estacas
de punta a cabo al abrazo níveo.
Creó un camino
empujado por el miedo
para difuntos vivos. 
No reconoció la muerte compañera
sino sus sambenitos.
Ahora vive frente a la pantalla
de plasma, con calefacción y manta,
agonizando de frío.